Escatología democrática
Tras más de 7 años de gobierno socialdemócrata, con unas encuestas que vaticinaban su desplome en las urnas, diversos colectivos, congregados al calor de la tecnología celular, decidieron mostrar su indignación ante el «sistema», identificando este -anegando el género en la especie- con «los políticos» y «los banqueros».
Con el enemigo del «pueblo» identificado, los pacíficos revolucionarios se arracimaron bajo el psicologista título del libro de Estéfano Hessel, político antisemita francés superviviente de los campos de exterminio nazi y participante en la redacción de los Derechos Humanos, que hoy se encomienda a la democracia como solución final de los males de las sociedades políticas. La indignación se aprestaba a derribar el sistema.
Cuenca también ha tenido su 15-M que, acantonado en la plaza de San Esteban y nutrido por una aliciesca ideología, ponía la vista nada menos que en hacer un «mundo mejor» al cual se podrá acceder perfeccionando una democracia insuficiente para el fundamentalismo democrático que sostiene a Democracia Real Ya. DRY quiere una democracia de verdad y la quiere ahora. He ahí su carácter escatológico, pues ante las burdas críticas que las acampadas han suscitado en torno a su supuesta falta de higiene, lo que llama la atención de DRY es precisamente ese Ya que exigen con tanta firmeza como imprecisión.
Los entusiastas asamblearios ignoran que la política no se circunscribe al diálogo o la agitación de brazos en alto, pues esta debe implantarse sobre un territorio concreto. No en vano la etimología de la palabra democracia alude a la tierra de la cual se extraen los recursos que alimentan al asambleísta y a su conexión wifi.
El rigorismo democrático del 15-M, le lleva a reproducir no sólo viejos lemas o propuestas ya incluidas en los programas de partidos realmente existentes, sino también el modelo de la España autonómica, mostrando un escrupuloso respeto hacia los partidos secesionistas. Ningún ayuntamiento gobernado por Bildu, cuyo objetivo es mutilar el demos hispano, fue hostigado por la indignación callejera.
Frente al idealismo hesseliano y los guiños socialdemócratas que tratan de reincorporar al redil al creyente en el escatológico advenimiento de la democracia real, es oportuno recordar un fragmento del clásico de Lenin La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo:
«El pequeñoburgués "enfurecido" por los horrores del capitalismo es un fenómeno social propio, como el anarquismo, de todos los países capitalistas. La inconstancia de estas veleidades revolucionarias, su esterilidad, su facilidad de cambiarse rápidamente en sumisión, en apatía, en imaginaciones fantásticas, hasta en un entusiasmo "furioso", por tal o cual tendencia burguesa "de moda", son universalmente conocidas.
Iván Vélez