En una Navidad carrascoseña no puede faltar este clásico villancico:
El Niño Perdido
Estarás atenta
y pondrás oído
y oirás la
copla
del Niño
perdido.
El Niño Dios se
ha perdido
por el mundo va
pidiendo
llega a la
puerta de un rico
y le azuzaron
los perros.
Los perros le
azuzan
y nada le
hicieron
Cómo no castiga
Dios a esos
soberbios.
Llega a la
puerta de un pobre
y todos le
respondieron:
Madre, a la
puerta hay un niño
más hermoso que
el Sol bello,
yo digo que
tiene frío,
porque el pobre
viene en cueros
Anda y dile que
entre
y se calentará,
porque en este
pueblo
ya no hay
caridad,
ni nunca la ha
habido,
ni nunca la
habrá
Entra el Niño
muy cortés
dándoles los
buenos días
a la patrona
que estaba
sentadita en la
cocina.
Siéntate mi
Niño,
siéntate
muchacho,
que si tienes
frío
te irás
calentando.
Ya que se
calienta el Niño
y ya que se
calentaba,
le pregunta la
patrona
de qué tierra y
de qué patria.
Mi madre es del
Cielo,
yo bajé a la
Tierra,
mi padre
desciende
de muy luengas
tierras.
Hazle la cena a
este Niño
con mucho
primor y agrado
se quedará en
nuestra casa
como hijo
regalado.
Y el Niño
responde:
Eso no señora,
que tengo una
madre
que el Cielo la
adora.
¿Quieres mucho
a tu madre?
Sí señora, sí
la quiero,
tres días que
no la he visto,
tres mil años
se me han hecho.
Estando cenando
el Niño,
las lágrimas se
le caen,
¿Por qué lloras
Niño hermoso
en ver la cena
que hay?
Mi madre de
pena
no podrá comer
y aunque tenga
gana
no tendrá de
qué.
Hacedle la cama
al Niño
en la alcoba y
con primor.
Señora no me
haga cama
que mi cama es
un rincón.
Mi cama es el
suelo
desde que nací,
y hasta que en
cruz muera
ha de ser así.
Al amanecer la
aurora,
el Niño se
levantó,
diciéndole a la
patrona:
Señora quede
con Dios,
que me voy al
templo,
que el templo
es mi casa
un día
vendremos
a darle las
gracias.
Anda con Dios
Niño hermoso
de ti quedo
enamorada,
Dios quiera que
encuentres pronto
a tu madre
idolatrada.
Y si no la
encuentras,
vuélvete a mi
casa
Sí señora,
volveré
al otro día de
Pascua.
Sí señora,
volveré
a darle a usted
las gracias.
Ese espejo tan
divino
que del paraíso
sale,
es el hijo de
María
que se le
perdió ayer tarde.
La Madre
buscando al Niño
por las calles
y las plazas
a todos los que
veía,
a todos les
preguntaba:
¿Habéis visto
al Sol
al Sol de los Soles
al que nos
alumbra
con sus
resplandores?
¿Qué señas
lleva ese niño
qué vestimenta
y qué traje?
Va vestido de
morado,
de Nazareno su
traje,
va pidiendo una
limosna,
diciendo
señales tales:
Al que me dé le
daré
otras riquezas
más grandes,
que las tengo
yo guardadas
en el reino de
mis padres.
Ayer tarde
vimos uno,
de catorce o
quince años,
y lo vimos
disputar
con otros dos
hombres sabios.
Responde la
Aurora:
Ese es mi
querido,
que no tiene
ahora
los quince
cumplidos.
Bajan con pan
en la mano,
para ver al
Niño y darle,
al verlo tan
chiquitito
bamboleando por
el aire,
le preguntan de
quién es,
y Él responde
como un ángel:
Soy Hijo del
Padre Eterno
y la Virgen es
mi madre
y Yo me llamo
Jesús,
que nací para
salvarte.
Ya que ha
encontrado a su hijo,
y le decía hijo
mío
¿Dónde has
pasado la noche,
que no te has
helado de frío?
El Niño
responde alegre y contento:
Si viera usted
madre
qué cama me han
puesto,
una sabanilla y
un colchón de lienzo.
Echan un
barranco abajo,
donde nadie los
oía,
la Virgen le
dijo al Niño:
Hijo mío de mi
vida
qué cosa sería
si el rey te pillara,
qué cosa sería
si te degollara.
Siguen el
barranco abajo,
con un labrador
se encuentran,
y le preguntó
la Virgen:
labradorcillo
¿qué siembras?
El labrador
dice:
Señora son
piedras.
Pues si
siembras piedras,
piedras se te
vuelvan.
Y es tanta la
multitud
que el Señor le
dio de piedras,
que aquel
bancal que se abrió
se convirtió en
una sierra.
Siguen el
barranco abajo
y otro labrador
se encuentran
y le preguntó
la Virgen:
¿labradorcillo
qué siembras?
El labrador le
dice:
Señora esto es
trigo
para otro año
venir y segarlo.
Ya puedes
buscar peones,
que el trigo ya
se te pasa.
Y el veintidós
de diciembre,
tuvo cosecha en
su casa,
dos mil caces
de trigo
y otros tantos
de cebada.
Si acaso
vinieran
y preguntan por
Mí,
les dices que
es cierto,
pasé por aquí.
Estando segando
el trigo,
pasan cuatro de
a caballo,
por una mujer y
un niño
y un viejo van
preguntando.
El labrador
dice:
Cierto es que
los vi,
estando
sembrando
pasar por aquí.
Unos a otros se
miraban
dos mil
reniegos se echaban,
al ver que no
habían logrado
el intento que
llevaban.
El intento era
de ir y
prenderlos
para
presentarles al rey
gran soberbio.
Aquí se acaba
la historia
del buen Jesús
y su Madre,
para ser Niño
Perdido
ya es hora de
que se acabe.